segunda-feira, 18 de maio de 2015

Piñatas: las esculturas sentenciadas


A nivel mundial, las fiestas de cumpleaños siguen tradiciones. Desde la comida a la canción de felicitación, la fiesta se convierte en una especie de ritual, siguiendo costumbres diferentes. Aunque esto es más presente en conmemoraciones infantiles, el cumpleaños de una amiga me hizo conocer una parte del arte mexicano que aún no había conocido. Entramos en la aventura de comprar una piñata.
Con el poco conocimiento que tengo sobre esta costumbre, me imaginaba la piñata tradicional: un burrito de papel con colores brillantes y lleno de dulces en su interior. Sí, me lo encontré. Pero detrás de él, se encontró mucho más: personajes de dibujos animados, superhéroes, princesas y hasta botellas de cerveza (para los mayores). Todos ellos, con todo lujo de detalles, se venden por la módica suma de 130 pesos.
Aunque las piñatas son populares en México, su origen es asiático.
 
Apareció por primera vez en pueblos chinos y era utilizada en la celebración del año nuevo, junto con la llegada de la primavera. Tenían formas de animales y eran llenadas con semillas. Después de romperla, los restos eran quemados y las cenizas compartidas, porque creían que traería buena suerte. Sólo después de mucho tiempo y distintas tradiciones, que tuvieron influencias religiosas, las piñatas se han convertido en tradición en las fiestas en México.

Me preguntéqué había detrás de estas esculturas listas para ser destruidas. Pensaba que no debe ser fácil montar piezas tan cuidadosamente y luego verlas siendo destruidas por los niños salvajes en busca de dulces. Todavía, no podemos menospreciar el uso de la misma. Tanto en su forma, como ​​el hecho de destruirla son elementos culturales.

De todos modos, lo importante es que, a pesar de la vida corta, las piñatas son un símbolo de la alegría y de la infancia. Así pensando, no creo que los productores se sientan muy incómodos con el hecho de que éstas serán destruidas por los niños. En realidad, creo que están felices de saber la cantidad de alegría que sus obras llevan a los pequeños. Con ese pensamiento, me siento más satisfecha con la tradición, a través de la idea de que el arte y la cultura pueden hacer felices a las personas de todas las edades.

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